Cómo decía Jung, “para que las ramas de un árbol alcancen el cielo, sus raíces deben llegar hasta el infierno”.
Y es que pretender tocar el éxtasis y la paz más infinita es absurdo si no te conoces a ti mismo. Y si no conoces tus sombras y todas las proyecciones que vomitas a los demás. Así de crudo. Porque, en la medida que uno va profundizando se va dando cuenta que no eres tú nunca, sino yo. Que todo es para mí y que todo es una oportunidad para evolucionar y despertarme más y más.
Y sobre todo, que la habilidad no está en alcanzar una felicidad de estar por casa. Sino aprender a ser como el ave fénix, capaz de resurgir de sus cenizas una y otra vez. Ahí está la fuerza y el verdadero poder personal.
Soy una leona.
ELMA