Aprovechando que ayer fue el día de la madre quería dedicar unas líneas a algo que siempre tengo la sensación que pasa desapercibido.
Nunca dejaré de asombrarme del milagro que es parir, de reconocer de donde venimos, del regalo que tenemos de que sea así, y de la magia donde la vida ha elegido el cómo encarnarnos. Sexualidad, crecer dentro de una barriga, salir por una vagina, dar tu primer aliento fuera de ella, comer de una teta (…) Resulta todo un tanto misterioso y parece todo tan normal pero quizá sería mucho más sano si nos acercáramos un poco más a este misterio y nos dejáramos seducir por él como un niño que descubre por primera vez los ojos de su madre.
Nos hacemos mayores y obviamos que ese proceso nunca cesa.
Nos hacemos mayores y seguimos buscando esa fusión que sentíamos dentro de esa barriga.
Nos hacemos mayores y seguimos queriendo que el otro nos nutra porque sino sentimos el peligro existencial de morir, de morir al amor.
¿Nos hacemos mayores?
Parece que no. Parece que seguimos siendo niños, como el bebé que llora cada vez que no le dan de comer o como el bebé que se siente aterrado por tener que respirar solo por primera vez en vez de que su mamá lo haga por él.
No podemos seguir así. Llega un momento en que uno tiene que aprender a asumir la total responsabilidad de su vida. Asumir su respiración, su nutrición emocional y aprender que ese anhelo de fusión que tenemos no es más que la ceguera a nuestra propia plenitud.
La maternidad biológica es tan solo el principio. Es un lugar donde recordarnos nuestra naturaleza y nuestra esencia más profunda.
La maternidad es un arquetipo femenino que está dentro de cada uno de nosotros, no importa si eres hombre o mujer.
Es una llamada a que seas tu propia madre, a que te nutras, a que aprendas a darte lo que necesitas en cada momento. A que te fusiones con tu propia presencia y descubras que ya estás completo pase lo que pase y estés o no estés acompañando.
La maternidad llega un momento en que se convierte en una necesidad , pero no biológico sino emocional.
Siendo tu propia madre, compasiva y acogedora te conviertes en el sostén necesario para no abandonarte en tus procesos emocionales y en dejar de pedir y buscar esa conexión que parece no llegar nunca.
Y sí, tienes razón nunca llegará si la sigues buscando en el lugar equivocado porque no se puede buscar lo que ya se tiene. Estás andando en dirección opuesta. Tu eres tu propia madre. Cuídate, abrázate, respírate y acompáñate en cada paso, como si fuera el primero, como si fuera el último. Se trata de parirse, de renacer a cada instante.
ELMA
www.elmaroura.com